Agorafobia, primeros síntomas
Un día de compras y sin saber por qué, María de 23 años de edad, comenzó a sentir opresión en el pecho, sudoración, su corazón se disparaba, palpitaba con gran velocidad. De repente, una sensación de miedo intenso le invadió. Temía desmayarse, pero sobre todo tenía una sensación inmensa de estar volviéndose loca y sintió pánico al pensar que podría perder los papeles. Buscó la forma más rápida de salir de aquel centro comercial y tras unos minutos, conmovida por lo que le había sucedido, comenzó a respirar con tranquilidad y a sentirse mejor.
Sin haber trascurrido apenas tiempo, María atemorizada aún por lo sucedido y temiendo que la sintomatología negativa pudiera volver a aparecer, comenzó a evitar ir a este centro comercial, es más, nunca más volvió. Pero este no fue el único lugar que eliminó de su vida. Comenzó a darse cuenta de que cuando pensaba en acudir a otros centros comerciales se encontraba terriblemente mal por el simple hecho de pensarlo, y la solución que puso a este malestar fue no volver a los mismos.
Reacción habitual ante los primeros síntomas de agorafobia
Fue así como María comprendió que la mejor forma de que no se repitiera una crisis de ansiedad o ataques de pánico sería evitar los lugares que ella percibía como amenazantes o peligrosos. Pronto la agorafobia invadió y limitó la vida de María, pues ya no solo era el primer centro comercial el que evitaba, sino también todos los demás, expandiéndose esta conducta a otros lugares donde había aglomeraciones de personas, aquellos en los que ella consideraba que era difícil escapar, tales como el autobús o el metro, etc.
En la primera crisis descrita al inicio del artículo, en la cual María comenzó a sentir sudoración, palpitaciones, mareos, etc., ella la interpretó como una gran amenaza, como si esta fuera a desencadenar una situación catastrófica. Estos síntomas de carácter negativo son incómodos pero en ningún caso dañinos para la persona. El hecho es que la intensidad de la sintomatología descrita habría disminuido poco a poco, pues una persona no puede estar activada con tanta intensidad durante un largo periodo.
Tras esta experiencia negativa, cada vez que María pensaba en el centro comercial solo podía acordarse de las sensaciones tan desagradable sufridas, y activaba pensamientos negativos y catastróficos de manera automática sobre lo que allí podría suceder. Fueron estos pensamientos los que la limitaron para volver a exponerse al mismo lugar o similares.
Para María, el hecho de evitar acudir a los lugares descritos no solo sirve para impedir que la sintomatología negativa aparezca, sino que además impide que se enfrente a su miedo de carácter irracional. Todas sus conductas de evitación son comprensibles si analizamos la calidad de los pensamientos tan negativos y catastróficos que se desencadenan cada vez que piensa en el citado lugar.
Tratamiento de la agorafobia
La solución a este problema no consiste en evitar los lugares temidos, sino todo lo contrario. Es recomendable y necesario reestructurar esos pensamientos dañinos, de tal manera que se generen unos más adaptativos. Además el entrenamiento en técnicas como la relajación, permitirán que María pueda enfrentarse a la situación con tranquilidad y seguridad.
El gran peligro de estos casos es que sin apenas tiempo a que la persona se dé cuenta, se van vetando lugares, e incluso en casos muy graves se produce el aislamiento total, quedando recluidos en sus viviendas por considerarlas como único lugar seguro.
Se trata pues de un trastorno tan limitante en la gran mayoría de los casos, que puede cursar junto con episodios depresivos y trastornos de la ansiedad. Combatir la agorafobia es posible. Se puede aprender a través de distintas técnicas y con el entrenamiento en nuevos recursos para poder afrontar los miedos irracionales. Así mismo, la prevención o el posible manejo de los síntomas, serán objeto de trabajo.
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