“María y Miguel son padres de una niña. Tienen una buena situación económica y un entorno confortable. Ambos están de acuerdo en que quieren que su hija tenga más oportunidades de las que ellos tuvieron así que su hija, Laura, va a clases de inglés los lunes y miércoles, fútbol los martes, esgrima los jueves y de viernes a domingo suelen irse de escapada de naturaleza o hacer algún plan con otros niños”.
Esta es una imagen cada vez más común; niños que tienen una agenda más apretada que un cargo directivo de una empresa.
¿El resultado? Niños con cuadros de estrés, ansiedad o hiperactividad que no tienen nada que ver con el TDAH sino que está directamente relacionado con la gestión de la multitarea en una sociedad muy exigente con la productividad y la planificación del tiempo.
¿Cuáles son las consecuencias de sobreestimular a los niños?
El grupo de investigación “Neuroplasticidad y Aprendizaje” de la Universidad de Granada llegó a una conclusión tras realizar un estudio: “el exceso de estímulos genera en los niños un nivel de tolerancia, es decir, llega un momento en el que los estímulos ya no generan la misma satisfacción, por lo que es necesario buscar más”.
En contra de lo que se piensa no es que haya más niños hiperactivos sino que están hiperestimulados.
Ansiedad infantil
Con una tasa de prevalencia en España de entre un 9 y un 21% entre la infancia y la adolescencia, la ansiedad en niños jóvenes se ha disparado. Aunque aún no hay datos específicos acerca de los motivos por los que ha aumentado, la sobreestimulación y la alta exigencia desde la infancia está afectando a los más pequeños.
Si a esto le añadimos que la comparación entre niños a nivel internacional les fuerza a una competitividad a escala mundial, nos encontramos con niños con ansiedad patológica.
Estrés y frustración
La baja tolerancia a la frustración es una condición de las generaciones 2.0. La hiperestimulación hace posible que un niño abandone un juego cuando no lo entiende porque va a tener muchos más estímulos a los que prestar atención, que le resulten fáciles.
El resultado son niños con elevados niveles de estrés y de frustración.
Baja autoestima
El resultado de ese estrés y de esa frustración es un autoconcepto negativo lo que deviene en una baja autoestima ya que se ven incapaces.
Como se puede apreciar, los riesgos de sobreestimular a los niños son altos y los costes elevados por lo que se recomienda que los padres se hagan cargo de que, al fin y al cabo, un niño es un niño.
Autora: Alex Bayorti (colaboradora de nuestro blog)