Es típico tras acercarse el final de un año y el comienzo de uno nuevo, el hecho de que muchas personas se planteen lograr nuevos objetivos o conseguir nuevos retos que quizás en el año anterior no fueron capaces de alcanzar.
Dejar de fumar, adelgazar, hacer deporte,… son solo algunas de las promesas típicas que se hacen en el inicio del nuevo año.
A pesar de la motivación con la que se proponen y de los inicios cargados de esfuerzo y de ganas con que nos ponemos manos a la obra, son pocos los que consiguen finalizar o alcanzar lo propuesto. Las causas psicológicas que pueden explicar este fenómeno son variadas, pero nos centraremos en una de las que mayor fuerza tiene para el ser humano, el cambio de hábitos.
Cambiar un hábito
Cambiar un hábito (por ejemplo, dejar de fumar) resulta muy complejo pues existe una gratificación directa cada vez que se repite el acto. Así mismo, otros hábitos como el de las comidas, para el caso de que nos propongamos hacer dieta, resulta conflictivo pues está estrechamente vinculado a un tema ambiental o social presente durante el día a día y que se hace cuanto menos imposible no exponerse a los alimentos.
Es curioso el tema, pues a pesar de ser conscientes de los riesgos que algunos de nuestros hábitos tienen para nuestra salud, y que ante ello pongamos toda nuestra intencionalidad y motivación, y nos planteemos el objetivo de cambiarlos de una forma clara, es frecuente encontrarnos con una gran resistencia al cambio.
Debemos saber que un hábito es una secuencia de actos similares que se aprenden y se repiten una y otra vez y que con el paso del tiempo han sido reforzados de manera positiva y se convierten prácticamente en automáticos, es decir, que apenas tenemos que pensar en cómo realizarlos pues están automatizados. Además, suelen estar determinados por las influencias familiares, sociales, culturales, por los estados emocionales e incluso por causas económicas.
Cuando uno se propone realizar estos cambios en su vida, muchas veces no tiene en cuenta otro factor que tiene una gran influencia para impedir alcanzar el éxito. Se conoce que un hábito tiene un contexto dependiente, es decir, que estamos influenciados por las condiciones ambientales, por un sitio o circunstancias determinadas, así como por una o un grupo de personas que están relacionados con el hábito. Todo ello supone que ante estas personas o circunstancias las probabilidades de recaída son mayores pues el estímulo ambiental evocará el deseo de manera automática.
Por todo ello, entendemos que cambiar un hábito no siempre es fácil. Marcarnos propuestas u objetivos no nos garantiza su cumplimiento. Deberíamos plantearnos evaluar los factores psicológicos que puedan estar influyendo en la no consecución o logro de nuestras metas, así como en el resto de los factores anteriormente expuestos.
ALGUNOS CONSEJOS
-Tener en cuenta los factores del ambiente que nos condicionan, las personas, momentos o circunstancias, pues ellos serán una influencia negativa principalmente en el inicio del cambio. Es preferible durante un tiempo, mientras aún no se tienen todos los recursos para manejar las situaciones más difíciles, evitarlas para así, posteriormente y de forma gradual, ir enfrentándonos a ellas con nuevos mecanismos útiles y eficaces que disminuyan las probabilidades de recaída.
-Entender que a corto plazo realizar el hábito es muy reforzante, sin embargo a medio y largo plazo no lo es. Si somos capaces de manejar la sintomatología negativa que surge al no realizar aquello que queremos evitar, la motivación hacia el cambio aumentará.
-Generar hábitos saludables o conductas contrarias a la que queremos extinguir, así como buscar algún medio que incentive o estimule de manera externa, y por supuesto también interna, nuestro nuevo comportamiento, son variables que nos podrán ayudar.
Desde nuestro Centro de psicología Madrid os animamos a intentar erradicar esos hábitos que entendemos nocivos y/o que nos están perjudicando de una u otra forma.
«No pierde quien lo intenta, pierde quien lo deja de intentar»
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