Déficit en habilidades sociales y timidez


Cuando hablamos de habilidades sociales nos estamos refiriendo al conjunto de conductas que una persona pone en marcha en un contexto interpersonal. A través de este repertorio expresa, de forma adecuada, sus sentimientos, deseos y opiniones al tiempo que en esa misma interacción respeta la conducta de su interlocutor o interlocutores y con el cual obtiene un alto grado de probabilidad de resolver las dificultades que se presenten.

Que utilicemos el término de habilidades, habla del hecho de que se trata de una serie de capacidades concretas y que se aprenden, por lo que en su aparición o ausencia intervienen factores ambientales e individuales.

Cuando existen dificultades en las relaciones sociales generalmente nos encontramos con personas que presentan déficits en habilidades sociales, una timidez intensa o bien temor a la evaluación negativa por parte de los demás que les inhibe en sus intentos de interacción. En la medida que el contacto adecuado con los demás y el apoyo social son factores importantes en la calidad de vida de una persona y en su bienestar psicológico, nos encontramos ante la necesidad de dar respuesta al malestar generado por la falta o carencia en habilidades sociales de cara a dotar a la persona de las estrategias y habilidades necesarias para mejorar la calidad y la frecuencia de sus interacciones.

El déficit en habilidades sociales generalmente es reflejo de la presencia de síntomas, como la ansiedad o el miedo, que dificultan su utilización; la falta de modelos adecuados de habilidades sociales; una historia de aprendizajes inadecuados; un ambiente poco estimulante; escasas oportunidades de interacción y por tanto de ensayo de distintas habilidades, etc.

Habitualmente, los problemas en esta área se suelen manifestar a través de la emisión de conductas agresivas a través de las cuales la persona impone sus opiniones o deseos sin tener en cuenta a su interlocutor o bien a través de un estilo de comunicación eminentemente pasivo en el que la persona no expresa sus sentimientos ni deseos y no hace por defender sus derechos y privilegios. En el punto medio de la virtud se encontraría el estilo asertivo caracterizado por la puesta en marcha de determinadas conductas mediante las cuales la persona reconoce sus opiniones, deseos y emociones y es capaz de expresarlas al tiempo que muestra respeto por los demás; es capaz de poner límites y de defender sus derechos.

A través del entrenamiento en habilidades sociales se busca ampliar el repertorio de conductas a través del desarrollo de habilidades y destrezas socialmente adecuadas. Este objetivo se alcanza mediante la enseñanza y entrenamiento de conductas específicas, la reducción de la respuesta de ansiedad que generalmente se asocia a este tipo de dificultades, la modificación de creencias, pensamientos y actitudes que interfieren en la ejecución social. En casos concretos, también será de interés trabajar técnicas orientadas en el control de la ira, afrontamiento del estrés, solución de problemas, mejora de la autoestima o el entrenamiento en toma de decisiones.

Durante la fase inicial de evaluación se persigue el objetivo de analizar en concreto las destrezas con las que cuenta el paciente así como las necesidades particulares que presenta. También será importante evaluar la presencia de otros problemas como pueden ser la baja autoestima o niveles elevados de ansiedad.

Las herramientas que ponemos en marcha en nuestro centro de psicología de Madrid, durante las sesiones de tratamiento, son las siguientes:

  • Facilitar instrucciones concretas para especificar la conducta o habilidad que se esté trabajando en esos momentos. Se le explica al paciente con detalle los elementos que forman una conducta, como puede ser por ejemplo el iniciar conversaciones; se analizan los posibles temores asociados; se justifica la importancia de dicha habilidad y se seleccionan las situaciones y contextos en los que resultaría adecuada su aplicación.

  • Modelado o emisión de la conducta de una forma adecuada para que el paciente tenga a su alcance un modelo que poder reproducir para iniciar el aprendizaje. Se analiza conjuntamente con el paciente la conducta que el modelo ha puesto en marcha así como los elementos importantes de la misma.

  • Ensayo conductual por parte del paciente de las conductas objeto de intervención. Se trata de que el paciente ensaye de forma repetida y bajo distintas instrucciones y requerimientos la misma conducta. A través de la repetición se produce una adecuada interiorización de la destreza en particular.

  • Modificación de creencias y pensamientos erróneos a través de la toma de conciencia del papel que nuestros pensamientos juegan a la hora de inhibir determinados comportamientos socialmente adecuados o de generar respuestas de miedo y ansiedad. Se trata de analizar estos pensamientos negativos para sustituirlos por pensamientos adaptativos y racionales que contribuyan a la puesta en marcha de un comportamiento socialmente adaptativo.

  • Retroalimentación sobre los ensayos, consistente en una herramienta a través de la cual se proporciona al paciente información sobre su ejecución para poder mejorar. Se trata de ofrecer un feedback objetivo, identificando las conductas susceptibles de mejora y valoraciones personalizadas.

  • Refuerzo de sus intentos por mejorar y por la puesta en práctica de las distintas habilidades.

  • Generalización, herramienta que busca que las habilidades sociales aprendidas en el contexto de las sesiones se apliquen en otras situaciones y con distintas personas.

Además, existe la posibilidad de llevar a cabo el aprendizaje de habilidades sociales en sesiones grupales. En estos casos, el grupo actúa como un escenario natural en el que aprender y practicar, que a su vez proporciona modelos y es una fuente importante de apoyo.

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