FOBIA SOCIAL

Sudor de manos, boca seca, niveles de ansiedad altos, rubor, miedo a las evaluaciones negativas, memoria selectiva hacia los sucesos negativos, frecuentes conductas de evitación social, silencios, no contacto visual, tartamudeo, temblor en las manos, escaso o excesivo habla, no dar información y no realizar muchas preguntas, son algunos de los síntomas que caracterizan a una persona con fobia social.

La persona con fobia social presenta un temor grande a las situaciones sociales o a cualquier acto en público. Generalmente estos sentimientos se producen fuera del ámbito familiar. El temor a las evaluaciones que los demás puedan hacer sobre ellos también es de gran importancia, siendo muy frecuente la evitación de aquellas situaciones donde perciba que esto pueda suceder.

Debemos diferenciar la timidez de la fobia social (ver artículo sobre la timidez), principalmente en que la primera no genera un malestar tan clínicamente significativo como la segunda, a pesar de que la sintomatología y  las respuestas generadas por el cuerpo son similares. Es decir, el sufrimiento generado al ser tímido es menos intenso y está menos generalizado a situaciones que el caso de fóbico social.

El padecer fobia social puede acarrear otro tipo de trastornos psicológicos tales como: ataques de pánico, síntomas depresivos, trastornos de ansiedad u otras fobias, entre otros.

Pero, ¿por qué se produce la fobia social?

Existen distintas condiciones que aumentan el riesgo a padecerla, algunas son:

–  Timidez en la infancia
–  Aislamiento social en la infancia y/o adolescencia
–  Baja autoestima
–  Ausencia de habilidades sociales
–  Creencias básicas sobre la importancia de lo que los demás piensen sobre nosotros
–  Educación de los padres que refuercen otras conductas que no sean la de las relaciones sociales
–  Autoexigencias en un comportamiento perfecto y adecuado para aquel que lo recibe

¿Cómo actúa una persona con fobia social?

Pongamos un ejemplo:

Marta es una joven de 25 años que ha sido invitada a una cena con otros compañeros de la universidad. A Marta nunca le ha gustado mucho relacionarse con los demás, prefiere no llamar la atención y desde siempre se ha definido como una persona callada y tímida. Por compromiso decide aceptar esa invitación, pero pronto empieza a sentirse ansiosa e incómoda con la idea de acudir.  Marta comienza a ver como peligrosa esa reunión. Pensamientos de que no va a ser capaz de hablar sin ponerse roja invaden sin parar su cabeza, tiene miedo a decir algo equivocado y que los demás puedan juzgarle, un gran temor a no saber que decir y quedarse callada generando un silencio incómodo, da vueltas en su cabeza sin parar. Desde horas e incluso días antes, Marta comienza evaluar todos los posibles resultados negativos que pudieran surgir en esa cena. Además no para de evaluar las habilidades que ella considera que carece. En definitiva, se encuentra en un estado muy elevado de ansiedad y con pensamientos continuos que no consigue manejar.

Finalmente llega el día, y aunque está desbordada por todos sus temores y miedos decide acudir. Cuando llega a la cena no consigue disfrutar del ambiente y  de los amigos porque está continuamente auto observándose, evaluando cada palabra y cada gesto que realiza. Interiormente se auto-critica por las insatisfacciones de sus propios comentarios, y es incapaz de parar de realizar comparaciones de sí misma con los demás, con su forma de actuar, de hablar, de desenvolverse, etc.  Además no puede evitar intentar adivinar que es lo que los demás están pensando sobre ella.

Finalmente Marta no soporta más la situación. Es tal la ansiedad y los nervios que tiene que prefiere inventar una excusa y marcharse.

Hemos destacado en la historia de Marta aquellos puntos dónde debemos hacer hincapié.

En un principio toda la evaluación que ella realiza sobre sus habilidades y sobre su falta de eficacia en las situaciones sociales, no hacen más que acrecentar sus nervios generándole así un estado de malestar. Realmente lo que está haciendo es bombardeando su cabeza con todos los aspectos negativos relacionados con esa situación, aumentando así su temor y disminuyendo sus capacidades. Las probabilidades de escape aumentan mucho cuando ella evalúa una situación como «tan temerosa». Cada vez más la reunión con sus amigos comienza a perder interés y se hace más fácil no acudir que enfrentarse a todos esos miedos. Las auto críticas, la auto evaluación y la comparación continúa con los otros, no hace más que desembocar en un estado ansioso que finaliza con la huida.

¿Existe tratamiento?

Por supuesto que sí!

En ocasiones y cuando la ansiedad es tal que no nos permite el trabajo del paciente se puede recurrir al psiquiatra, para que nos ayude con un tratamiento psicofarmacológico a disminuir en gran medida los síntomas de ansiedad. De esta manera y en un estado menos ansioso podremos exponernos de manera más exitosa a nuestros temores. Pero evidentemente, esto no lo es todo solo un ayudante.

En Psicoadatpa utilizamos la terapia cognitivo conductual, con la que ofrecemos distintas técnicas y herramientas que se enseñan al paciente para ayudarle a superar sus miedos.  El aprendizaje y entrenamiento de éstas ayudan al paciente a controlar sus niveles de ansiedad y facilitan así la exposición a las situaciones temidas. Se trabaja tanto a nivel de los pensamientos que se tienen sobre las situaciones temidas como las conductas emitidas en ellas.

La terapia puede realizarse de forma individual o en grupo, siendo esta última de gran interés por la representación de una situación social donde se puede aprovechar y trabajar junto a personas con la misma problemática.