Los ataques terroristas del pasado 13 de Noviembre en París, que ha costado la vida a más de un centenar de personas y otros cientos han resultado heridos, ha generado en el mundo, principalmente en los países europeos, una ola de miedo difícil de manejar.
Cuando ocurre un suceso de este tipo, inesperado, lleno de incertidumbre y con tal impacto sobre la población, hace que los ciudadanos de todas las nacionalidades se planteen la inseguridad del mundo en el que vivimos.
En los casos en que al ser humano se le expone a situaciones indeseadas, llenas de incertidumbre y con falta de control, en las cuales sus vidas se ven amenazadas, no solo aflora un miedo y/o un terror hacia lo que podría suceder, sino que la situación hace que las personas se mantengan en estado de alerta hasta que la amenaza desaparezca.
El miedo a no poder controlar si nos encontramos en un lugar seguro o no, la incertidumbre de dónde, cuándo, cómo, o por qué pueden suceder este tipo de actos violentos, deja a la población en un estado de shock, dificultando la toma de decisiones en el día a día.
Este miedo se ve intensificado aún más cuando tras distintas informaciones se descubre que uno de los terroristas ha cruzado la frontera y se desconoce su paradero, hecho que termina por poner a otros países y a su población en estado especial de alerta.
El miedo, y más cuando es multitudinario, es difícil de gestionar, porque se contagia de unos a otros, surgiendo en las personas temores que quizás no hubiesen contemplado con anterioridad.
Sin embargo, el duelo multitudinario es capaz de unir a personas con un único fin, poder honrar y despedir a aquellos que sin motivo alguno aquel día perdieron sus vidas. Compartir ese dolor, no solo entre los familiares y amigos más directos, sino dejando sentir el apoyo de toda una población mundial, “reconforta” en alguna medida el dolor y el sufrimiento que los más allegados están sintiendo tras este golpe duro.
Otro de los muchos factores que se plantean en estos momentos es qué tipo de personas son capaces de provocar una barbarie de este tipo. Los terroristas, como es lógico, son una población de difícil acceso y estudio. Es por ello que los datos que se disponen de sus personas son reducidos, y por ende difícil buscar una explicación psicológica que nos ayude a comprender el por qué son capaces de actuar de esta manera. Lo que sí está claro es que tienen una causa colectiva en la cual el miedo a la muerte ha desaparecido pues se refugian en su religión y cultura para “justificar” todo aquello que llevan a cabo.
En estos momentos de dolor de los residentes parisinos, el apoyo de sus iguales así como todo tipo de ayudas que necesiten e información para colaborar en que comiencen con su duelo, es esencial. Aunque aún es pronto, poco a poco y con el paso del tiempo este dolor irá tomando otras formas y el gran sufrimiento existente hoy en día se irá mitigando y en un futuro podrán conseguir volver a empezar, de una manera distinta, pero empezar.
Con respecto al resto de los habitantes, debemos hacer hincapié en que es normal el nerviosismo existente, pues en el presente todo lo sucedido está muy reciente y ha tenido un contenido muy grave e impactante para todos. Recuperar la normalidad diaria y confiar en quien puede “controlar” este tipo de actos, que son los cuerpos de seguridad del estado, y los planes de protección que tomen los Gobiernos de cada país con las medidas que lleven a cabo, es todo lo que se puede hacer, pues el ciudadano como tal no tiene capacidad ni puede de gestionar este tipo de situaciones.
Desde aquí queremos dar nuestro más sincero pésame a las familias y allegados y demás personas que, en mayor o menor medida, nos sentimos abrumados por este acto de barbarie sin sentido.
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